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La verdad de Gwen

La noche había caído sobre la capital cuando Gwen, abatida y exhausta, caminaba lentamente por la calle mayor. El peso de sus recientes experiencias se hacía sentir en cada paso. Sus alas de murciélago blancas estaban plegadas y sus hombros encorvados, una imagen muy diferente de la fae enérgica y valiente que solía ser.


De repente, una figura familiar apareció entre la multitud. Rhys, su compañero de la guardia real, se acercó con una mirada preocupada al ver su estado.


—Gwen, ¿qué te ha pasado? —preguntó Rhys, deteniéndose frente a ella.


Gwen levantó la vista y forzó una sonrisa débil.


—Yoo... —susurró Gwen, tratando de parecer la de siempre—. Estoy... agotada. Ha sido un día largo.


Rhys no parecía convencido y miró a Gwen con seriedad.


—Vamos, acompáñame a la posada Blodau. Necesito un trago y, por lo que veo, tú también. Hablamos ahí, ¿vale? —propuso Rhys.


Gwen asintió y ambos se dirigieron a la posada, una acogedora taberna que desprendía un cálido resplandor desde su interior. Al entrar, se sentaron en una mesa apartada y pidieron un par de hidromieles. El aroma del licor dulce y especiado llenó el aire, y Gwen tomó un largo trago antes de empezar a hablar.


—Rhys, necesito contarte algo que nunca le he contado a nadie —empezó Gwen, su voz cargada de emoción y cansancio a partes iguales—. Es la historia de mi primer amor... y de cómo perdí a alguien muy importante para mí.


Rhys se acomodó en su asiento, preparándose para escuchar con atención. Gwen miró hacia su bebida, como si buscara coraje en el fondo de la jarra, y comenzó su relato.


—Hace muchos años, cuando apenas era una novicia en la guardia real, conocí a la hija de un conde. Su nombre era Eira. Era hermosa, con su cabello negro como la noche y sus ojos parecían contener todo el misterio del mundo. Nos hicimos amigas rápidamente, y pronto esa amistad se convirtió en algo más... algo más profundo.

Rhys la miró sorprendido, pero no interrumpió. Gwen continuó, su voz temblando ligeramente.


—Nos veíamos en secreto, compartiendo momentos furtivos en los jardines del castillo y en las sombras de la noche. Fue un amor prohibido, pero eso solo lo hacía más intenso. Vivíamos un amor que muchos no entendían ni aceptaban, pero para nosotras, era todo.


Gwen tomó otro trago de su hidromiel, recordando aquellos días con una mezcla de nostalgia y dolor.


—Un día, decidimos huir juntas, escapar de las ataduras de nuestras vidas y buscar un lugar donde pudiéramos ser libres. Pero cuando estábamos a punto de hacerlo, la noticia se filtró y fuimos perseguidas. Llegamos a un puente, el mismo puente que ahora temo cruzar. Eira, en su desesperación, tropezó y estuvo a punto de caer al abismo.


Las manos de Gwen temblaban al recordar el momento mezclándose con las lágrimas más amargas que salieron sin freno de sus tristes ojos. Rhys tomó una de sus manos en un gesto de apoyo.


—Corrí hacia ella, Rhys, intenté agarrarla, pero... —la voz de Gwen se quebró—. Ella perdió las fuerzas y cayó al vacío. La vi desaparecer, y con ella, una parte de mí murió ese día.


Rhys la miró con tristeza y comprensión.


—Gwen, lo siento mucho. No tenía idea...


—No había cómo saberlo —respondió Gwen, secándose las lágrimas que resbalaban por su mejilla—. Desde entonces, cada vez que veo un puente, recuerdo ese momento. El miedo y la culpa me paralizan. Pero hoy, al enfrentar a esos cysgod en el puente, algo cambió. Sentí que no podía dejar que el miedo me dominara más.


Rhys asintió, apretando suavemente su mano.


—Eres más fuerte de lo que piensas, Gwen. Has pasado por tanto, y aún estás aquí, luchando. Eira estaría orgullosa de ti.


Gwen sonrió, agradecida por el apoyo de su amigo.


—Gracias, Rhys. Creo que necesitaba hablar de esto más de lo que pensaba. —Gwen levantó su jarra de hidromiel—. Por Eira, y por todos aquellos que amamos y perdimos.


—Por Eira —repitió Rhys, chocando su jarra con la de Gwen.


En ese momento, Gwen sintió que, aunque el dolor y el miedo siempre estarían presentes, también lo estaría la fortaleza que había encontrado en su interior. Y con amigos como Rhys a su lado, sabía que podría enfrentar cualquier desafío que el destino le presentara.


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